75 ANIVERSARIO DE LA CANONIZACIÓN DE CLARET

Yogyakarta, 7 de mayo de 2025

75° Aniversario de la Canonización de San Antonio María Claret

Queridos hermanos:

Hoy, hace 75 años, la Iglesia proclamó solemnemente a nuestro Padre Fundador, San Antonio María Claret, como santo. Hoy nos unimos en profunda gratitud y gozosa memoria, no solo para conmemorar un acontecimiento del pasado, sino para reavivar en nosotros el fuego de la santidad que dio forma a la vida de Claret y que debe seguir iluminando la nuestra.

Claret permitió que el Espíritu lo moldeara hasta convertirse en un icono vivo de Jesús misionero. Su santidad no fue un pedestal, sino un camino: un recorrido cotidiano hecho de luchas, pasión y entrega a la voluntad de Dios. Sus palabras siguen resonando con urgencia: “Esta misma idea… me ha hecho y me hace trabajar mientras viva por la conversión de los pecadores.” (Aut 9)

El Papa Francisco, en Gaudete et Exsultate, nos recuerda que la santidad no es un privilegio de unos pocos, sino la vocación de todos. Se manifiesta especialmente en la vida de los “santos de la puerta de al lado”, aquellos que viven el Evangelio de forma sencilla, con un amor extraordinario. En Claret, vemos a un hombre que vivió la santidad como misión: encendido en amor, configurado con Cristo y movido por el Espíritu a anunciar incansablemente el Evangelio.

Hoy, al celebrar también el Día de la Familia Claretiana, estamos invitados a vivir esta vocación no en soledad, sino en comunión. La llamada a la santidad es personal, pero nunca privada. Somos hijos del Corazón de María: formados juntos en su ternura, enviados juntos en su nombre. Nuestra unidad en la misión es a la vez una gracia y un testimonio: cuando caminamos como un solo cuerpo, hacemos visible la santidad de Dios en el mundo.

Animémonos unos a otros a ser santos, no de vitrales, sino de lo cotidiano: en la comunidad, en la entrega pastoral, en los gestos humildes de servicio y escucha. Santifiquémonos mutuamente con nuestra presencia, paciencia, perdón y pasión compartida por el Evangelio.

La canonización de Claret no es una gloria lejana; es una semilla viva que se nos ha confiado. Dejémosla crecer. La Iglesia y el mundo esperan el testimonio de nuestra santidad—visible en cada uno de nosotros, cuando vivimos nuestra vocación con amor, unidos en el espíritu y en el amor transformador del Corazón de María.

Con afecto fraterno y oración,

Mathew Vattamattam, CMF
Superior General