TOCADO POR EL CORAZÓN DE UN PASTOR
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TOCADO POR EL CORAZÓN DE UN PASTOR

  • Autor: P. Mathew Vattamattam, CMF

Mis encuentros personales con el Papa Francisco

Mientras el mundo llora la muerte de un alma profética, me encuentro guardando en silencio los momentos que tuve la gracia de compartir con el Papa Francisco. Desde 2015, su vida y su presencia me han marcado profundamente. En él, no solo encontré al Obispo de Roma, sino a un hombre de Dios que encarnaba la autenticidad, la sencillez, la humildad y la compasión, no como ideales que admirar desde lejos, sino como el fruto natural de su íntima amistad con Cristo y su tierna devoción a María, la Madre de la Iglesia. Sé que soy uno entre millones de personas conmovidas por las palabras y el ejemplo del Papa.

Hay momentos en la vida en los que un encuentro deja una huella no sólo en la memoria, sino en el alma: momentos tranquilos y sagrados que se convierten en ecos vivos de la ternura de Dios. Esto es lo que han significado para mí mis encuentros con el Papa Francisco.

Lo que más me impresionó no fue el peso de su cargo, sino la ligereza de su presencia: cómo llevaba las cargas de la Iglesia con una alegría que parecía surgir de algo mucho más profundo que el optimismo: de la fe. Estas páginas no pretenden ser un homenaje a un líder querido, sino un testimonio del tipo de gracia que atraviesa a una persona que se atreve a ser transparente al amor de Dios. Traza cómo el corazón de un pastor —firme y tierno— tocó el mío, despertando una renovada confianza en el Dios que camina con nosotros, a menudo a través de encuentros inesperados.

pap1El primer encuentro - Un capítulo iluminado

La primera vez que le vi fue durante la audiencia que dio a nuestro XXV Capítulo General en septiembre de 2015. Decidió no leer su discurso preparado, sino hablar espontáneamente desde su corazón. Con la calidez de un padre, nos dirigió tres sencillas palabras: adorar, caminar y acompañar. No eran meras instrucciones, sino semillas. Esas palabras dieron forma silenciosamente al tono de nuestro Capítulo y ayudaron a que resonara profundamente el espíritu de Evangelii Gaudium, su llamada a la alegría misionera.

Una invitación sorpresa

pap2En marzo de 2018, recibí una llamada para reunirme con el Papa. Supuse que me reuniría con otros Superiores Generales. Para mi asombro, me encontré a solas con él. A pesar de mi limitado español, nuestra conversación fue fraternal, sincera y profundamente humana. Hablaba como un hermano mayor, sincero y atento. Después de abordar la preocupación que nos reunía, compartí con él el caso de un hermano claretiano que, en mi opinión, había sido privado injustamente de su ministerio sacerdotal por un hecho ocurrido en sus años de adolescencia, antes de ingresar en el seminario. No le pedí su intervención, sino sólo orientación. El Papa me escuchó atentamente. Me animó a caminar de cerca con este hermano, reconociendo las dolorosas consecuencias de los esfuerzos de la Iglesia por convertirse en un lugar seguro para todos. Su compasión fue auténtica y profundamente humana.

El secuestro en Camerún - La compasión del Papa

Ese mismo año, en medio del agravamiento de la crisis anglófona en Camerún, varios de nuestros misioneros fueron secuestrados mientras llevaban ayuda a los escondidos en el bosque. Fueron torturados durante seis días. Uno de ellos, ante la posibilidad de morir, emitió sus votos perpetuos en cautiverio: un momento de inquebrantable resistencia en la fe. Escribí al Santo Padre, contándole la historia y pidiéndole que interviniera en favor de la paz y la reconciliación en este país enfermo, empezando por el episcopado. Su respuesta fue inmediata. Se sintió conmovido, dijo, y edificado. Me pidió que transmitiera su cercanía y admiración a nuestros hermanos. También pidió al cardenal Parolin que atendiera la súplica. Me enteré de que una delegación del Vaticano visitó la región poco después, un poderoso signo de su solidaridad y preocupación por la paz en el mundo.

La revolución del amor de María - Un mensaje espontáneo

En febrero de 2019, durante el Encuentro sobre la Protección de Menores, me encontré de nuevo ante el Papa. En ese momento se celebraba en Roma un Congreso Mariano que reunía a congregaciones devotas del pap3Corazón de María. Habíamos solicitado un mensaje papal, pero no había llegado nada. Durante un descanso, se lo comenté en voz baja. Pensó que ya se había solucionado. A la mañana siguiente, me convocó en el Aula Pablo VI. Con un gesto de paternal sencillez, me cogió de la mano, me llevó a un rincón y grabó un espontáneo videomensaje sobre la revolución del amor de María. Aquel momento, inesperado y sincero, reveló la seriedad con la que atiende las pequeñas cosas entre los grandes acontecimientos y responde generosamente con amor.

Un padre consolador en tiempos de dolor

En 2021, me enfrenté a una situación que me pesó mucho. Un arzobispo de mi confianza me pidió ayuda para reunirse con el Papa por una disputa litúrgica. Le ayudé, sin saber que pretendía utilizar la reunión para socavar las decisiones sinodales de su Iglesia. El Papa le recibió, pero dirigió el asunto a los canales adecuados. El arzobispo aprovechó su visita al Papa para dar credibilidad a su aprobación poco ética de los intereses de una facción divisoria que acabó empeorando las cosas y creando discordia y escándalo en su Iglesia. Me sentí traicionado y avergonzado. Escribí al Papa Francisco expresándole mi pesar y mis disculpas.

Él respondió:
"Querido hermano... comprendo tu dolor y lo comparto contigo. El rito latino también sufre de este problema. pap4Recibí al arzobispo de buena fe, y como no entendía algunas de las cosas 'técnicas' que me decía, hablé con el cardenal ..., para que, en su encuentro, me lo aclarara todo mejor.
¡Sigamos adelante! La tentación de la división ya apareció al principio (yo soy de Pablo, yo soy de Apolo). Rezaremos juntos... Rezo por ti, por favor, reza por mí. Francisco".

Estas palabras —sencillas, fraternales— fueron un bálsamo para un corazón atribulado. Me recordaron que, incluso en medio de las complejidades e intrigas internas de la Iglesia, estamos llamados a navegar por el camino de la verdad con calma y ternura.

Calma en medio de la tormenta

En agosto de 2018, la Iglesia se vio sacudida por las acusaciones públicas de monseñor Viganò, que en una carta de 11 páginas afirmaba que el papa Francisco había encubierto abusos e incluso pedía su dimisión. Los medios de comunicación hicieron su agosto con el escándalo, amplificando la confusión y la desconfianza. Por aquel entonces, conocí por casualidad al cardenal Beniamino Stella, que compartía la preocupación en el Vaticano sobre cómo podría recibir el Papa un ataque tan mordaz. El ambiente era tenso.

En esos mismos días, monseñor Juan José Chaparro, obispo claretiano argentino, amigo del Papa, llegó a Roma. Consiguió una audiencia privada con el Papa. Aproveché la ocasión para enviar una nota de gratitud al Santo Padre, agradeciéndole su fiel liderazgo y expresándole la comunión de nuestra Congregación con él. Monseñor Chaparro me dijo más tarde que el Papa estaba sereno, alegre y totalmente él mismo, en absoluto agobiado o a la defensiva. Días después, recibí una nota manuscrita del Papa Francisco dándome las gracias. En medio de la tormenta, caminaba con la calma de quien tiene los ojos fijos en Jesús. Conocía el arte de caminar sobre las aguas.

Una increíble atención a las personas

A lo largo de los años, he escrito notas de afecto o felicitación al Santo Padre en ocasiones importantes. Cada vez me sorprendía recibir una respuesta breve y personal, a menudo de su puño y letra. En 2023, en el décimo aniversario de su pontificado, volví a escribirle. Su respuesta fue tan tierna y discreta como siempre:

pap5"Querido hermano,
Gracias por tus saludos. Gracias por tu cercanía. Rezo por ti y especialmente por los claretianos: ellos me han ayudado a lo largo de mi ministerio episcopal tanto en Buenos Aires como en Roma. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Que Jesús os bendiga y la Virgen Santa os cuide.
Fraternalmente,
Francisco."

En su sencillez, siempre anteponía la persona al título, el corazón al protocolo.

Apreciación de la audacia claretiana

El 6 de mayo de 2022, durante sus conversaciones con los Superiores Generales, el Papa Francisco habló sobre el clericalismo y la rigidez ideológica dentro de la Iglesia. En un momento inesperado, señaló hacia mí y agradeció públicamente a los claretianos la audaz elección de invitar a una religiosa, la hermana Jolanda, para facilitar nuestro Capítulo General. Vio en ese gesto no sólo innovación, sino fidelidad, una manera de acoger la riqueza de la diversidad y de construir la Iglesia a través de la complementariedad. Fue una suave afirmación de que caminar juntos no es un eslogan, sino una misión.

Una llamada inesperada

El 4 de marzo de 2022 llegó a nuestra Curia General una llamada de alguien que decía ser de la Santa Sede, diciendo que el Papa quería hablar con el Superior General. Como yo regresaba a Roma de un programa, y la petición parecía improbable, los de la Curia dudaron en dar mi número. Pero cuando llegué, recibí otra llamada, esta vez directamente de la oficina papal, y me pusieron en contacto con el Papa Francisco.

Me pilló desprevenido, sin saber cómo responder a una llamada tan personal e inesperada. Con su sencillez habitual, el Papa me comunicó que necesitaba los servicios de un claretiano para una tarea eclesial y que quería que yo estuviera al tanto mientras consideraba futuros destinos.

Aquel breve intercambio dejó una impresión duradera. Me recordó que el discernimiento en la Iglesia debe implicar un diálogo respetuoso entre lo universal y lo local. Cuando las necesidades eclesiales más amplias se unen a las realidades concretas sobre el terreno, el discernimiento da frutos sabios de camino sinodal.

La alegría, un don del Espíritu en su pontificado

Durante otro encuentro con superiores generales el 24 de noviembre de 2016, alguien preguntó al Papa por su serenidad ante las críticas y las responsabilidades abrumadoras. Su respuesta fue profundamente personal. Compartió que, durante el cónclave, después de su elección, recibió una gracia —la gracia de la alegría— como un don del Espíritu. No fue una estrategia o una decisión. Fue un don que recibió para llevar la carga de la Iglesia con ligereza de corazón. Esa alegría, creía, era un signo de que nunca estaba solo.

pap6Mi último encuentro con el Papa Francisco

El 31 de mayo de 2024, tuve la gracia inesperada de un último encuentro personal. Había acompañado al Cardenal Aquilino Bocos conduciéndole a su encuentro programado con el Papa Francisco en Santa Marta. Como exigía el protocolo, permanecí en la sala de recepción mientras él entraba. Pero, de repente, vino el guardia y me llamó. Para mi sorpresa, me hicieron pasar a la sala del Papa, donde estaba conversando con el cardenal Bocos.

El Papa me saludó con un gesto afectuoso, invitándome a sentarme con ellos. Cuando el Cardenal comentó que sólo él estaba autorizado por la seguridad para el encuentro, el Papa rió entre dientes y replicó: "¡Son más papistas que el Papa!". Así se estableció el tono: fraternal, familiar, profundamente humano.

Hablamos de las preocupaciones de la Iglesia: vocaciones, formación, vida familiar. Compartí con él la conclusión de nuestro año jubilar y nuestras nuevas misiones en Madagascar y Sudán del Sur. Nos animó diciendo: "Nunca debéis perder vuestra misionariedad, vuestro espíritu misionero".

Al despedirnos, nos entregó unos rosarios. Aunque visiblemente cansado, su rostro mostraba la paz de quien habita en Dios. Aquella sencilla conversación familiar quedó grabada en mí, no por los títulos o el protocolo, sino porque me sentí, una vez más, como un hermano.

Y pensé: si el hombre elegido para ser el Santo Padre hace que alguien como yo se sienta tan a gusto como un hermano menor, entonces puedo atreverme a esperar que, cuando llegue mi hora, el Padre celestial me reciba también a mí, no con juicio, sino con alegría, diciendo: "Tú eres mi hijo amado".

Despedida desde las periferias

Recibí la noticia del fallecimiento del Papa Francisco mientras visitaba la pequeña comunidad católica de Panite, en Indonesia, una humilde misión enclavada en una región predominantemente protestante. Mi corazón anhelaba estar en la Plaza de San Pedro, para despedir a un querido pastor.

Sin embargo, al encontrarme entre gente sencilla y misioneros alegres en esta remota misión, me di cuenta de que estaba exactamente donde él habría querido que estuviera un misionero: en las periferias, entre la gente, donde la Iglesia está viva y Dios está cerca.

Aunque lejos de Roma, me siento profundamente unido a la Iglesia doliente junto con los millones de personas de las periferias. Estando aquí, comprendo más claramente lo que el Papa Francisco nos ha recordado tantas veces: que las voces y los puntos de vista de las periferias no son marginales, sino esenciales como expresiones bellas y significativas del alma de la Iglesia viva. Sin la perspectiva de las periferias, la Iglesia corre el riesgo de perder su mística misionera y caer en la mundanidad.

Desde aquí, estamos conectados con Roma con un acorde espiritual. Desde este sagrado confín del mundo, doy gracias por un pastor que nos ayudó a redescubrir el Evangelio desde las periferias, donde el Señor Resucitado está vivo y activo.

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